jueves, 25 de abril de 2013

Argentina: A contramano de la procesión..........

Argentina: A contramano de la procesión. Hatuey (y la mano del papa)
 por Silvia Guiard Miércoles,
 24 de Abril de 2013 14:38

 Ningún premio Nobel trabajó en la “villa miseria” del Bajo Flores, ni estuvo allí el día en que los jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron secuestrados. Yo, sí. Fui una de los siete adolescentes secuestrados con ellos. En 1512, el cacique taíno Hatuey fue quemado vivo en Cuba. En La Española, su isla natal, había visto de cerca el rostro de los conquistadores: crueles, hipócritas, codiciosos, violadores de mujeres.

Derrotado su pueblo, pasó a Cuba, para alentar allí a la resistencia y luchar, junto a los pocos que se le unieron, con tácticas de la guerra de guerrillas. Pero fue capturado y condenado. Un instante antes de que encendieran el fuego, se adelantó un sacerdote para ofrecerle el bautismo. De ese modo, le dijo, y sólo de ese modo, podría, una vez muerto, llegar al cielo. “¿Hay hombres como ustedes en el cielo?”, preguntó Hatuey. “Desde luego que sí”, le respondieron. “Entonces no quiero ir”, dijo Hatuey, “nada quiero saber con un dios que permite semejantes crueldades”.

 Y Hatuey ardió. Y en esa misma hoguera ardieron, de allí en más, millones de seres humanos; ardieron pueblos, dioses, lenguas, cantos, poemas, pensamientos, mundos. Aun hoy siguen ardiendo, empujados al fuego por el despojo, el hambre, la discriminación o el desprecio.

 Tras la mano que encendió aquella hoguera, hubo una mano de Papa. Fue en efecto Alejandro VI (antes Rodrigo Borgia) quien en 1493, emitió las cuatro bulas que otorgaban a los reyes de Castilla y de León, ”con la autoridad de Dios omnipotente que detentamos en la tierra y que fue concedida al bienaventurado Pedro y como Vicario de Jesucristo”, el dominio perpetuo de “todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas que hasta el momento han sido halladas por vuestros enviados y las que se encontrasen en el futuro”, mandándoles además “instruir en la fe católica e imbuir en las buenas costumbres a sus pobladores y habitantes”.

Resulta imprescindible en estos días recordar esa siniestra intervención papal en la conquista de América. Pero más imprescindible todavía es evocar la inquebrantable dignidad de Hatuey, su valiente y conmovedora lucidez, y confrontarla con la gelatinosa inconsistencia de quienes hoy se entusiasman, desde un supuesto “progresismo”, con el nuevo Papa “latinoamericano”… ¿Es necesario recordarles que también fueron latinoamericanos Pinochet, Stroessner, Videla, Massera, Banzer, Batista, tantos otros…? Sí. Es necesario recordarles que, sin importar su lugar de origen, un dictador es un dictador, un cretino es un cretino y un Papa siempre será… un Papa. Dicho esto, reconozcamos que Jorge Bergoglio merece ser Papa.