sábado, 25 de septiembre de 2010

"El pecado de ser original

 "El pecado original"                                                                                               Simón Rodriguez 
Mario Grasso
El pecado
     En América Latina, las estatuas que faltan son casi tantas como los monumentos  que sobran. Una de las que faltan (o por lo menos escasea) es la de Simón Rodríguez,  "el loco".   Personaje americano de la primera mitad del siglo XIX, parece extraído de una crónica editada la semana pasada.  Por ser digno de tanta memoria y merecedor de tanto recuerdo, ha sido condenado al olvido. Cometió el imperdonable pecado de ser original…. 


  "Usted, maestro mío, me enseñó la libertad.  Usted, ha formado mi corazón para lo grande y hermoso", le escribió el otro Simón, Bolívar.
     A finales del siglo XVIII, los dos Simones, cabalgaban por la llanura venezolana.  Antes de dormir bajo los árboles, don Simón tomaba la lección a su joven discípulo.

      En 1797, en el puerto de la Guayra, Bolívar despidió a su maestro, que se marchó disfrazado y con otro nombre, al exilio en Europa.  La primera conjura por la independencia había fracasado, y los amigos de don Simón se balanceaban en las horcas de la Plaza Mayor de Caracas.

     Un cuarto de siglo anduvo don Simón al otro lado de la mar.  En Francia fue amigo de los socialistas; visitó Londres y Ginebra; trabajó con los tipógrafos de Roma y los químicos de Viena, y hasta enseñó primeras letras en un pueblito de la estepa rusa.

      En 1805, en el Monte Sacro de Roma, Simón Rodríguez y Simón Bolívar juraron la libertad de América, en solemne ceremonia que provocó risitas y estupores en los italianos que pasaban por el lugar.  Bolívar, que había viajado a Europa para visitar a su maestro, regresó a Venezuela;  desde allí, emprendió la guerra por la emancipación americana.

     Cuando aquél juramento fue realidad y el enemigo derrotado en los campos de batalla, don Simón Rodríguez volvió del exilio.  Bolívar lo envió entonces, a la Ciudad de Chuquisaca, para que organizara el Nuevo Sistema Educativo en un país recién nacido, que fue llamado Bolivia, en homenaje al Libertador.

      Aquello desató un escándalo: Don Simón puso en práctica sus ideas con tres mil niños, mil de los cuales habían sido recogidos en las calles.  La Escuela-Taller Modelo de Chuquisaca desarrolló algo así como un Plan Piloto que hoy llamaríamos Educación para la Libertad en América del Sur.  En una escala hasta entonces imposible, Don Simón pudo traducir su proyecto en actos.

     "Educar es enseñar a pensar.  Mandar  recitar de memoria lo que no se entiende, es fabricar papagayos...Enseñemos a los niños a ser preguntones, para que pidiendo el  por qué de lo que se les manda  hacer, se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad, como los limitados; ni a la costumbre, como los estúpidos."

     Chillaron las beatas, graznaron los doctores, aullaron los perros.  Este loco estaba mezclando a los niños de mejor cuna con los náufragos de la calle, y también mezclaba a los niños con las niñas! Ricos y pobres, machos y hembras se sentaban todos juntos, pegoteados, y para colmo estudiaban jugando...!  En las aulas no se escuchaba el catecismo ni los latines de sacristía, ni las reglas de gramática, sino un estrépito de sierras y martillos, insoportable a los oídos de frailes y leguleyos educados en el desprecio al trabajo manual.

     "Los varones deben aprender los tres oficios principales: alfarería, carpintería y herrería; porque con las tierras, maderas y metales se hacen las cosas más necesarias.  Se ha de dar instrucción y oficio a las mujeres para que no se prostituyan por necesidad, ni hagan del matrimonio una especulación para asegurar su subsistencia".

     El prefecto de Chuquisaca  encabezó la campaña contra este sátiro que había venido a corromper la moral de la juventud.  Y al poco tiempo, el mariscal Sucre, Presidente de Bolivia, exigió a Don Simón Rodríguez su renuncia porque no había presentado sus cuentas con la debida puntualidad, ni había cumplido en la fecha con otros requisitos burocráticos.  Don Simón se fue y, entonces, los dueños del poder  echaron un suspiro de alivio y pudieron destinar los dineros de la educación pública a la fundación de casas de misericordia y de institutos de caligrafía para el bello sexo.

Independientes, pero no libres

    Corría el año de 1826.  El expulsado inició una peregrinación de tres décadas a lo largo de la Cordillera de los Andes.  Siempre a lomo de mula; pobre y porfiado como ella;  levantando polvo por los caminos de América.

      "No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces.  Quiero ser viento".

      Por donde pasaba fundaba escuelas y fábricas de velas y jabones para financiar las escuelas. Este viejo vagabundo, calvo, feo y barrigón, curtido por los soles, llevaba a cuestas un baúl lleno de escritos condenados por la ausencia de dinero y de lectores.  Ropa no cargaba, no tenía más que la puesta.

      Bolívar jamás recibió ninguna de las cartas que Don Simón le envió.  En 1830, mientras en Bogotá quemaban la efigie del Libertador, y en Caracas lo declaraban oficialmente "enemigo de Venezuela", Don Simón Rodríguez publicaba un encendido parlamente en su defensa.  Bolívar murió sin saberlo y casi nadie se enteró.

      La Revolución de la Independencia había sido secuestrada por los mercaderes y los traidores, y Don Simón predicaba en el desierto.

"¿Dónde iremos a buscar modelos? –clamaba-.  Somos  independientes pero no
libres".
   
  Lo llamaban el "loco".  Casi nadie lo escuchaba, nadie le creía.  La gente apretaba los dientes para no reírse, cuando lanzaba sus peroratas sobre el "trágico destino de estas tierras hispanoamericanas".  " ¡Estamos ciegos, ciegos! "

     Los ideólogos del poder exaltaban las virtudes del papagayo, como ahora; se recompensaba a quien sabía copiar y se maldecía a quien quería crear.  Don Simón iba de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad...en las montañas andinas y las costas del Océano Pacífico, increpando a quienes mandaban:

" Vean la Europa, como inventa; vean  nuestra América como imita.  La América no debe imitar servilmente sino ser original.  ¡Imiten la originalidad, ya que tratan de imitarlo todo! ".

     Incapaces de voz propia, los dueños del poder solo podían pronunciar ecos.  " Economía de importación, Cultura de importación: consumiendo productos británicos, simulan ser ingleses; recitando en francés simulan ser franceses"

      En 1851, Don Simón seguía sembrado, escuchándolos. En Latacunga, Ecuador, propuso al Rector del Colegio Mayor que enseñara Física en lugar de Teología; que levantara una fábrica de loza y otra de vidrio, y que implantara maestranzas de albañilería, carpintería, y herrería.  Y para colmo, propuso también que la lengua indígena, el quechua, sustituyera el latín.

     " En lugar de pensar en Medos, en Persas, en Egipcios, pensemos en los Indios  y en nuestros campesinos-.  Más cuenta entender a un Indio que a Ovidio.     ¡Emprenda su escuela con Indios, señor rector ¡ "

     De vez en cuando, los grandes hacendados contrataban a don Simón como maestro de sus hijos, a cambio de tabaco y comida;  pero poco le duraban los empleos.  Lo tenían por judío, porque iba regando hijos por donde pasaba y no los bautizaba con nombres de santos católicos, sino que los llamaba zanahoria, papa, choclo, zapallo y otras herejías.  Y se rumoraba que una de sus escuelas, la de Concepción, en Chile, había sido arrasada por un terremoto que Dios había enviado porque Don Simón enseñaba Anatomía, paseándose desnudo ante los alumnos.  "El loco" había cambiado tres veces de apellido y decía que había nacido en Caracas, en Filadelfia o en San Lucas de Barrameda:  

" No soy vaca para tener querencia.  No me importa el rincón  donde me parió mi madre. Mi patria es el mundo, y todos los hombres son mis compañeros de infortunio "

     Estaba cada día más solo. ¡ El más audaz, el más creíble de los pensadores de América, cada día más solo !  A los ochenta años escribió: "Yo quise hacer de la Tierra un paraíso para todos;  la hice un infierno para mí".

     En 1854, en el pueblo peruano de Amotape, cayó enfermo.  Un testigo contó que apenas Don Simón vio que entraba el cura, lo hizo sentarse en una silla, se acomodó en la cama y le echó "algo así como una disertación materialista".  El sacerdote, estupefacto, no consiguió interrumpirlo.  Don Simón concluyó su discurso, se desplomó, y murió.



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